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Por Alberto Asseff *
para el Centro de estudio de los Interses Nacionales filial Tucuman
A pesar de los gravísimos problemas que sobrellevamos, desde la pobreza y desocialización hasta el tránsito endemoniado, pasando por el flagelo de la inseguridad y la increíble falta de energía, bien podemos abordar un asunto estratégico. Esos que son, a la postre, los que están en aptitud de erradicar las causas de muchos de nuestros sinsabores recurrentes. Por ello esta reflexión sobre la integración sudamericana.
La integración es inexorable. Como al envejecimiento, se la podrá retardar, pero no impedir. Está en la naturaleza y evolución de la vida. Es una marca de la historia. Hace apenas 600 años para los europeos el mundo, hacia el occidente y el sur, no iba mucho más allá del Mediterráneo. Esto nos da una dimensión de cuan gigantesca es la creciente abarcación que involucra el proceso vertebrador.
Ciertamente, este tiempo signado por sorprendentes avances integradores ofrece la coexistencia de tendencias disgregadoras. Kosovo, los vascos, Flandes, Chechenia, Borneo, Quebec son sólo algunos nombres de comarcas que pretenden escindirse. Pero, llamativamente, lo primero que plantean, toda vez que logren su meta, es integrarse al plano superior de la Región a la que pertenecen. Sea en Europa, en América del Norte o en Asia, quieren desagregarse para unirse. Sobre África puede verse que luego del penosísimo colonialismo -que estragó e hizo un mosaico, un rompecabezas, del continente- emergen indicios de que también llegó el tiempo de la articulación. Sobre todo en el sur, con Sudáfrica -nuestra vecina, con la que deberíamos asociarnos estratégicamente- como bastonera.
La ex URSS es un caso sugerente. Con el desmoronamiento del comunismo entronizado en Moscú, el viejo imperio de los zares, heredado por los soviéticos, implosionó. Sin embargo, la integración subsiste. Las relaciones de Rusia con los ex componentes de su dominio son especiales e irreversibles. Existe un incontrastable mandato geográfico y en buena medida cultural que determina la directriz para esos vínculos. En las hoy repúblicas independientes, como Kazajstán o Uzbekistan, subsisten arsenales atómicos o pasan oleoductos vitales. A ninguno le conviene "fugarse" de la ineluctable vecindad. No obstante que se desunieron políticamente, el mandato es unirse estratégicamente.
Ser vecino no es una elección, al igual que ser pariente. Es una realidad inmutable. Por más que lo desee, más o menos calladamente, nuestro querido Uruguay no puede ser Suiza ni insertarse en Europa o injertarse al lado de Texas. Con la geografía se pueden hacer muchas cosas, menos mutar su manda.
EL MUNDO ES CADA VEZ MAS DIFICIL
Se desarrollan las tecnologías. A tal grado que pareciera que ya estamos en el terreno de la magia y que la imaginación ha sido rebasada. No obstante, la vida se torna cada vez más complicada. Cuando las rutas eran precarias se marchaba con menos acechanzas, de toda índole, que ahora que son autovías “inteligentes”. Cuando la policía era rudimentaria y el vigilante de la esquina era mucho más un amigo que una temible autoridad, la vida era más plácida y sosegada que hoy, cuando disponemos de brigadas, policía científica, gabinete de peritos y cuerpos especiales.
La aparatología médica es impresionante, pero la droga hace estragos, lo mismo que el alcohol o la vida sedentaria. Hoy se come más -por parte de quienes comen, ¡claro!-, pero peor. Por eso aumenta la obesidad, no la fortaleza. Y simultáneamente, en dramática paradoja, existen 900 millones de seres humanos que padecen literalmente hambre. Estamos pensando en Marte, pero no hemos podido resolver la violencia desocializadora, esa que golpea en una favela de Río, en la cancha de Nueva Chicago o en cualquier esquina de la ciudad.
En el plano político, cada vez tenemos más organismos internacionales. En Ginebra, en Bruselas, en Nueva York, en el planeta entero está plagado de entes supranacionales, siempre denominados con inextricables siglas, sean en inglés o en criollo. Empero, la paz sigue fuera de servicio. Sea en Gaza, en Corea del Norte, en Irak, en Afganistán, en Sudán, en Colombia, en Ceilán, en el Sahara, por doquier existen conflictos. Algunos soterrados, otros en flagrante explosión. Las armas son cada día más espectaculares y hasta la guerras parecen virtuales. Pero continúan muriendo personas de a miles, incluidos inocentes niños.
Es conocido que no somos afectos a la teoría conspirativa. Empero, es factible que algún encumbrado centro de poder haya configurado una estrategia para fomentar la atomización política del mundo. No sería extraño, pues es verdad inconcusa eso de que en la división está el reino.
Es crecientemente difícil este mundo y por eso mismo el hombre sigue buscando caminos. Uno de ellos, el claramente ineludible, es el de la integración.
SUDAMERICA UNIDA
Es ambicioso el objetivo y por eso mismo cautivante. Miguel de Unamuno decía que "sobra codicia, pero falta ambición". Aplicable como anillo a nuestro dedo. Está saturado de sórdidos personajes, pero brillan, por lo aislados y casi solitarios, quienes ambicionan en serio. Cabe este aserto para los dirigentes políticos, comenzando por los nuestros.
Desde allá, en el famoso río Bravo, en México, hasta el Polo Sur hay una vastedad que sí o sí debe integrarse. El instrumento es la confederación, es decir la unión sin amontonarse, con la subsistencia de la máxima autonomía, pero con la básica cooperación. Que debe ser paulatina hasta el estadio de una férrea unidad.
Es la unión confederal de las Patrias. A horcajadas de 200 años de vivir segregados políticamente, nacieron las patrias chicas. No se las puede ignorar y, menos, suprimir. Hay que partir de esa realidad para construir el histórico capítulo integrador.
Las patrias primarias enriquecen a la polifacética y policroma América del Sur. La unidad confederativa, a su turno, le da a nuestro subcontinente una fenomenal voz en el orbe y, sobre todo, asegura nuestra vida presente y futura.
El mundo podrá oír cada vez más ditirámbicos discursos acerca de la convivencia, los derechos, la paz y otros ideales. Pero, en verdad, quien tiene poder -y no son pocos en la realidad actual- si algo no hacen es dejar de ejercerlo. No van a proclamar que apetecen quedarse con tal o cual recurso, pero de hecho es lo que hacen, así como siempre lo hicieron.
América del Sur integrada en la UNION DEL SUR -o como quiera y deba llamársela- será el antemural para las codicias y el continente para la ambición de 500 millones de seres que aspiran a tener futuro. Porque integración es, en apretada y extrema síntesis, eso, futuro.
Los hombres, como los pueblos, necesitan reinventarse, rehacer cada tanto su proyecto de vida. El dicho “renovarse es vivir" es significante. La integración es eso y es más. Es el impulso vital que necesitamos colectivamente. Sería un escenario colorido, no el grisáceo que sobrellevamos con ascendente pesar y menguante optimismo.
A pesar de los gravísimos problemas que sobrellevamos, desde la pobreza y desocialización hasta el tránsito endemoniado, pasando por el flagelo de la inseguridad y la increíble falta de energía, bien podemos abordar un asunto estratégico. Esos que son, a la postre, los que están en aptitud de erradicar las causas de muchos de nuestros sinsabores recurrentes. Por ello esta reflexión sobre la integración sudamericana.
La integración es inexorable. Como al envejecimiento, se la podrá retardar, pero no impedir. Está en la naturaleza y evolución de la vida. Es una marca de la historia. Hace apenas 600 años para los europeos el mundo, hacia el occidente y el sur, no iba mucho más allá del Mediterráneo. Esto nos da una dimensión de cuan gigantesca es la creciente abarcación que involucra el proceso vertebrador.
Ciertamente, este tiempo signado por sorprendentes avances integradores ofrece la coexistencia de tendencias disgregadoras. Kosovo, los vascos, Flandes, Chechenia, Borneo, Quebec son sólo algunos nombres de comarcas que pretenden escindirse. Pero, llamativamente, lo primero que plantean, toda vez que logren su meta, es integrarse al plano superior de la Región a la que pertenecen. Sea en Europa, en América del Norte o en Asia, quieren desagregarse para unirse. Sobre África puede verse que luego del penosísimo colonialismo -que estragó e hizo un mosaico, un rompecabezas, del continente- emergen indicios de que también llegó el tiempo de la articulación. Sobre todo en el sur, con Sudáfrica -nuestra vecina, con la que deberíamos asociarnos estratégicamente- como bastonera.
La ex URSS es un caso sugerente. Con el desmoronamiento del comunismo entronizado en Moscú, el viejo imperio de los zares, heredado por los soviéticos, implosionó. Sin embargo, la integración subsiste. Las relaciones de Rusia con los ex componentes de su dominio son especiales e irreversibles. Existe un incontrastable mandato geográfico y en buena medida cultural que determina la directriz para esos vínculos. En las hoy repúblicas independientes, como Kazajstán o Uzbekistan, subsisten arsenales atómicos o pasan oleoductos vitales. A ninguno le conviene "fugarse" de la ineluctable vecindad. No obstante que se desunieron políticamente, el mandato es unirse estratégicamente.
Ser vecino no es una elección, al igual que ser pariente. Es una realidad inmutable. Por más que lo desee, más o menos calladamente, nuestro querido Uruguay no puede ser Suiza ni insertarse en Europa o injertarse al lado de Texas. Con la geografía se pueden hacer muchas cosas, menos mutar su manda.
EL MUNDO ES CADA VEZ MAS DIFICIL
Se desarrollan las tecnologías. A tal grado que pareciera que ya estamos en el terreno de la magia y que la imaginación ha sido rebasada. No obstante, la vida se torna cada vez más complicada. Cuando las rutas eran precarias se marchaba con menos acechanzas, de toda índole, que ahora que son autovías “inteligentes”. Cuando la policía era rudimentaria y el vigilante de la esquina era mucho más un amigo que una temible autoridad, la vida era más plácida y sosegada que hoy, cuando disponemos de brigadas, policía científica, gabinete de peritos y cuerpos especiales.
La aparatología médica es impresionante, pero la droga hace estragos, lo mismo que el alcohol o la vida sedentaria. Hoy se come más -por parte de quienes comen, ¡claro!-, pero peor. Por eso aumenta la obesidad, no la fortaleza. Y simultáneamente, en dramática paradoja, existen 900 millones de seres humanos que padecen literalmente hambre. Estamos pensando en Marte, pero no hemos podido resolver la violencia desocializadora, esa que golpea en una favela de Río, en la cancha de Nueva Chicago o en cualquier esquina de la ciudad.
En el plano político, cada vez tenemos más organismos internacionales. En Ginebra, en Bruselas, en Nueva York, en el planeta entero está plagado de entes supranacionales, siempre denominados con inextricables siglas, sean en inglés o en criollo. Empero, la paz sigue fuera de servicio. Sea en Gaza, en Corea del Norte, en Irak, en Afganistán, en Sudán, en Colombia, en Ceilán, en el Sahara, por doquier existen conflictos. Algunos soterrados, otros en flagrante explosión. Las armas son cada día más espectaculares y hasta la guerras parecen virtuales. Pero continúan muriendo personas de a miles, incluidos inocentes niños.
Es conocido que no somos afectos a la teoría conspirativa. Empero, es factible que algún encumbrado centro de poder haya configurado una estrategia para fomentar la atomización política del mundo. No sería extraño, pues es verdad inconcusa eso de que en la división está el reino.
Es crecientemente difícil este mundo y por eso mismo el hombre sigue buscando caminos. Uno de ellos, el claramente ineludible, es el de la integración.
SUDAMERICA UNIDA
Es ambicioso el objetivo y por eso mismo cautivante. Miguel de Unamuno decía que "sobra codicia, pero falta ambición". Aplicable como anillo a nuestro dedo. Está saturado de sórdidos personajes, pero brillan, por lo aislados y casi solitarios, quienes ambicionan en serio. Cabe este aserto para los dirigentes políticos, comenzando por los nuestros.
Desde allá, en el famoso río Bravo, en México, hasta el Polo Sur hay una vastedad que sí o sí debe integrarse. El instrumento es la confederación, es decir la unión sin amontonarse, con la subsistencia de la máxima autonomía, pero con la básica cooperación. Que debe ser paulatina hasta el estadio de una férrea unidad.
Es la unión confederal de las Patrias. A horcajadas de 200 años de vivir segregados políticamente, nacieron las patrias chicas. No se las puede ignorar y, menos, suprimir. Hay que partir de esa realidad para construir el histórico capítulo integrador.
Las patrias primarias enriquecen a la polifacética y policroma América del Sur. La unidad confederativa, a su turno, le da a nuestro subcontinente una fenomenal voz en el orbe y, sobre todo, asegura nuestra vida presente y futura.
El mundo podrá oír cada vez más ditirámbicos discursos acerca de la convivencia, los derechos, la paz y otros ideales. Pero, en verdad, quien tiene poder -y no son pocos en la realidad actual- si algo no hacen es dejar de ejercerlo. No van a proclamar que apetecen quedarse con tal o cual recurso, pero de hecho es lo que hacen, así como siempre lo hicieron.
América del Sur integrada en la UNION DEL SUR -o como quiera y deba llamársela- será el antemural para las codicias y el continente para la ambición de 500 millones de seres que aspiran a tener futuro. Porque integración es, en apretada y extrema síntesis, eso, futuro.
Los hombres, como los pueblos, necesitan reinventarse, rehacer cada tanto su proyecto de vida. El dicho “renovarse es vivir" es significante. La integración es eso y es más. Es el impulso vital que necesitamos colectivamente. Sería un escenario colorido, no el grisáceo que sobrellevamos con ascendente pesar y menguante optimismo.
*Presidente de UNIR
Unión para la Integración y el Resurgimiento
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