viernes, 1 de febrero de 2008

Politica exterior sin exito



Por Alberto Asseff*

Entre un pensador y un erudito
existe la misma diferencia que
entre un libro y un índice de materia
s

Ortega y Gasset decía que la política exterior es la directriz del resto de las políticas de un Estado. De su acierto dependen todas las demás.

La Argentina de los últimos años y sobre todo a partir de la hipercrisis de 2001 ha ido declinando en el plano mundial y regional. A pesar de la recuperación económica -fogoneada mucho más por la bonanza planetaria y su viento de cola que por un plan de desarrollo bien cerebrado y mejor ejecutado- nuestro país no incrementa su prestigio. Abdica de su rol de país emergente. Sabido es que, salvo que se disponga de una economía portentosa y de fuerza militar, una de las fuentes para acumular poder nacional es el prestigio. Buena calidad de vida e institucional, cabal cumplimiento de los contratos, por caso, son cimientos del prestigio. Estamos en falta en esto. La desigualdad social y la política semifeudalizada no contribuyen a la buena fama. Falta honradez administrativa en los gobernantes. El orden social y el cumplimiento de la ley, ¡ni hablar!. Inclusive, un tránsito respetuoso con bajo índice de accidentes es otra señal que prestigia a un pueblo nacional y que no tenemos. Padecemos de un Estado burocrático -exigidor de sellos, certificados, papeles y fojas agregadas, pero moroso y trabante de cualquier trámite incluido el de apertura de una fábrica que da trabajo y mueve la actividad-. Tampoco es prestigiante de la Argentina que acá no existan literalmente premios y castigos y que, por ejemplo, al productor que se desloma laborando le aumenten las retenciones, pero a quienes viven parasitariamente de rentas los sigan estimulando con exenciones tributarias. Ni mencionar a quienes se queman las pestañas estudiando, pero postergados por unos avivados acomodados. La discontinuidad, con nuevos gobiernos "refundadores", no nutre el buen nombre del país.

Empero, como no todo es negro, vale traer a colación que sí prestigia al país que continuemos engendrando tantos creadores, en todas las áreas, que tengamos tantos universitarios, que todavía nuestra ciencia y tecnología exhiban signos de vitalidad, que no obstante el monstruoso centralismo metropolitano aún dispongamos de una Córdoba, un Rosario, una Bahía Blanca, una Mendoza o Tucumán. Que tengamos tantos y tan buenos productores rurales. Y que persistan las sanas rebeldías y los nobles objetivos de un país mejor que prosiguen anidando millones de connacionales.

SUCESION DE FRACASOS INTERNACIONALES

A título enumerativo quiero consignar los fracasos más notorios -muchos de ellos dolorosos también- de nuestra política externa. Lo haré sin que la prevalencia indique algo más que su ubicación en la exposición.
Relaciones congeladas con el Perú, otrora nuestro mejor aliado y amigo en todo el planeta. No tiene perdón. El ex presidente riojano fue el primer responsable de este descalabro. El ex jefe de Estado Kirchner su continuador.

Mercosur paralizado y desencantador. Era la política de Estado -junto con la de Malvinas- más importante, pero seguimos asistiendo entre impávidos y boquiabiertos cómo se evapora un gran proyecto. Faltan pensadores, arquitectos, ejecutores.

Unión Sudamericana diluida. Es consecuencia directa del herido Mercosur, pero también de la inadmisible superideologización de un proyecto fundamental como lo es forjar una gran unidad confederal de las patrias sudamericanas, único modo de obtener un palco preferencial en el teatro universal.

Carecemos de protagonismo en el Foro de países Emergentes o intermedios. Los intereses nacionales reclaman que allí seamos actores.

Vínculos con China, la potencia que marcha hacia el podio principal. De euforia a frío cuasi polar. Con esa pendularidad no se maneja un trato tan relevante que amerita mucha más planificación y buenos resultados.

Con la vecina Sudáfrica deberíamos tener una estrechísima relación e intercambio. Es clave para nuestra proyección hacia el África, territorio del futuro inmediato en muchísimos planos. Sudáfrica debería ser asimilada a un vecino directo. Afortunadamente, en estos meses se podría suscribir una Unión Aduanera con ese país a través del Mercosur.
Con España declamamos una consonancia estratégica, pero algo dice que esto funciona más en los papeles que en los hechos, como lo prueba la postura de Europa contradictoria con nuestra reivindicación de las Malvinas.

Con Venezuela, país con el que sí o sí, debemos tener los vínculos muy bien aceitados, nos dejamos entrampar por los excesos caribeños de su líder en lugar de contribuir a darle racionalidad. Nuestra función no es la de claque de Caracas ni de nadie, sino de ejercer nuestro rol de país serio que rectorea rumbos.
Colombia tiene un drama desde hace 50 años. Es la peor guerrilla del orbe: sin ideas plausibles y justicieras y cada día más mercader del más hediondo de los tráficos, la droga. Debemos ayudar a nuestra hermana Colombia, pero nunca montar un escenario contradictorio, indiscreto y vulnerable que pueda descolocar a sus autoridades legítimas. Colombia merece otra actitud nuestra.

Con Chile debería avanzarse. Menos discursos, más hechos. Falta una estrategia proactiva común en la Antártida. Con Montevideo, ¡qué hablar!. Habrá que aguardar a La Haya y su dictamen y mientras insistir en que la hermandad con los orientales, que nace del sentimiento más profundo, no se negocia, no va a juicio y no se discute.
Con Brasil, hay morosidad en profundizar los acuerdos en materia nuclear, de aviación, de tecnología, de petróleo y demás. Inclusive debería avanzarse en la defensa común del Atlántico, desde la zona de Guayana hasta el polo sur.

Con México hay pereza para ahondar el rico plano cultural que puede y debe ser la ventaja de esa relación.
Con Bolivia, además del buen trato con el presidente Evo, debe desplegarse el vinculo con Santa Cruz y Tarija. Es una cuestión en la cual debemos mostrar el buen arte de la conducción, con una aguda política de vecindad.
Con Paraguay deberíamos imaginar algo intrépido para sellar nuestra unidad de acción.

A EE. UU. hay que tratarlo con sabiduría. Es ridículo chumbarlo. Es irracional desafiarlos. La política exterior exige madurez, como la que porta Marco Aurelio García, el talentoso asesor de Lula. Los norteamericanos quieren que ejerzamos mayor autoridad regional, así como antes reaccionaban si pretendíamos hacerlo. ¿Qué ha variado? El fin de la guerra fría transformó al mundo entero en una acechanza para EE. UU. Ellos aspiran a una América Latina con relativa normalidad y para esto es menester que la Argentina y el Brasil, pongan su impronta. Ensambla este objetivo con nuestro interés nacional. Nosotros debemos alinearnos sin reticencias ni cortapisas en el antiterrorismo y extender esa cruzada a la neo esclavitud, a la indigencia, a la droga, al tráfico de armas, al lavado de dinero. Son emblemas que además de nobles nos aparejarán prestigio y amigos, sobre todo en la opinión pública internacional. Insistir, sí, en la multilateralidad, desechando la peligrosa unilateralidad que cautiva a Washington. Hay que combinar independencia con amistad.

La Argentina es un país importante, inclusive a pesar de nuestra clase dirigente. El mundo puja por la biodiversidad, por los alimentos, por la energía, por el agua. Tenemos voz en todo esto. Pero debemos ejercerla junto con nuestro voto. Depende de que elaboremos una verdadera política exterior. El fin es reducir las amenazas y aprovechar las oportunidades.
Lo importante es que así como existen cuantiosos fondos y muchos protagonistas para manejar, por caso, la "política piquetera" o la "interna" del oficialismo, en otra parte del gobierno debe existir mucho más pensamiento y patriotismo para ejecutar una inteligente política exterior que reponga nuestro prestigio, vale decir nuestro poder nacional

Además, la Casa Rosada no puede apelar a la política externa para consumo político doméstico. No reprochar al mundo lo que es de nuestra responsabilidad. En una palabra, ser serios. Y tener una estrategia externa.

*Presidente de UNIR
Unión para la Integración y el Resurgimiento
Integrante del Consejo Academico de CEIN TUCUMÁN

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