martes, 19 de febrero de 2008

Una agenda programa, para el País.


Por Alberto Asseff*

Si algo saca de quicio, espiritualmente, es ver a nuestro amado país debatiéndose en asuntos menos que vecinales. Quiero decir: los temas que deben resolverse en la vecindad llegan a la Casa Rosada y consecuentemente allí, en lugar de resolverse las cuestiones nacionales, ocupan tiempo y energía en eso y en la política partidaria.

Este problema es añejo. Yo escuché a un ex presidente hacer catarsis: "acá los asuntos ascienden de nivel con una velocidad inaudita y sin respetar planos y jurisdicciones". Así, la presidenta se ocupa de las personerías sindicales como de las lamparitas, pero no de nuestras relaciones con el África o de cómo exhumar a las obras del Bermejo y plasmar las del Pilcomayo (con el querido Altiplano y con el no menos hermano Paraguay). Además, ¿cuándo se abocará a la drogadicción y a la violencia antisocial, dos graves temas domésticos?.

Puntualizaré algunos asuntos para la agenda-programa:
1) El amor al país. Sin ese amor, no podremos hacer nada perdurable colectivamente. Haremos cosas individualmente que no alcanzan. Los norteamericanos en estas primarias empiezan y terminan sus discursos proselitistas invocando "al amado Estados Unidos";

2) Integración e inclusión social. El país exhibe grietas alarmantes en materia de convivencia. No sólo la penosísima pobreza que ha anclado en estas playas y la nefasta indigencia. Hay mucha gente que no es ni indigente ni pobre, pero muestra signos antisociales, de irascibilidad y agresividad. Hay que laborar arduamente con varias herramientas: la escuela y los medios de comunicación, con sus protagonistas, los periodistas, cuya responsabilidad social es mayúscula. En este contexto, la protesta es un derecho, pero cortar el tránsito un delito. El Código Penal hay que aplicarlo. Orden no es represión.

3) La democracia debe dar respuestas. No puede seguir vaciándose en una cáscara formal, estéril por dentro. La reforma política es imperativa. Eso sí, si se pretende introducir el partido único, so pretexto de la reforma, estaríamos ante una descomunal mistificación. La representación política debe ser una realidad. Cada argentino debe sentir que es un ciudadano con voz y voto en las instituciones, no un autómata que vota manipulado cada dos años.

4) El equilibrio de los tres poderes es la clave de la calidad institucional. El Congreso no puede seguir siendo la escribanía costosa del Ejecutivo. Un juez independiente es un paso enorme hacia la República soñada.

5) Debemos volver a un distribución automática del 70% de los impuestos nacionales para que el federalismo disfumado renazca y paralelamente fenezca el discrecionalismo del presidente. Es la llave maestra para retornar al equilibrio geopolítico y redistribuir el poder.

6) Los partidos políticos, hoy desfallecientes, deben ser robustecidos como los mediadores entre la ciudadanía y el Estado. Necesitan ámbitos para su actuación de modo que no sean sólo los cargos públicos los instrumentos para formular y realizar las políticas nacionales. Al Estado se le desmadró el manejo del sistema electoral. Hay que reencauzarlo comenzando por la papeleta única de votación;

7) Debemos encarar obras convocantes. El voluntariado estudiantil por caso. Miles de estudiantes ayudando en el Norte, en la selva de Misiones, en la precordillera, en todo el vasto país. Sería contagioso y resultaría palpable que la Argentina tiene ganas de hacer y de ser. En Arabia Saudita, aprovechando la bonanza petrolera, construyen nuevas ciudades. Nosotros, ¿no podríamos hacer lo propio con los beneficios de la soja?. Quizás, sin fundar ciudades, ¿no podríamos dedicarnos a salvar a 600 poblados que la muerte del FFCC ha dejado en agonía?;

8) En vez de debatir maduramente con EE. UU sobre su "diplomacia de vaqueros", como censura la candidata Clinton, lo desafiamos con la indefendible "valija" de los 800 mil dólares sucios. Descendimos a escala de "bananeros". En las relaciones internacionales los intereses están por encima de las emociones. Hay que acrecentar el prestigio del país y hacer tantos negocios como la dimensión planetaria del mercado lo permite, aún más allá de lo que imaginamos. Negocios mundiales y sin fronteras. Para eso, Asunción, Montevideo, Santiago, Brasilia, Lima, La Paz son vitales, como lo son Europa, EE. UU., México, el África entera, la India, China, Japón, Rusia, todos. Si hoy la interna del PJ ocupa 4 horas diarias y la política exterior 10 minutos, el secreto del buen gobierno exige revertir esos valores. A la confederación de la Unión Sudamericana hay que llegar sí o sí. Es el único escenario para situarnos en el palco de este mundo;

9) Hay que huirle como al diablo del "piloto automático" para el manejo de la economía y hay que extirpar esa falaz idea de que los precios de la soja y de los granos serán altos ad eternum. Hay que adoptar medidas productivistas en serio, ensanchar el mercado interno y a la vez aumentar el volumen de la exportación. Hoy se incrementa el valor, pero no la cantidad y diversidad de lo exportado. A la inflación ya es hora de extirparla con inversión, productividad y gran dosis de confianza y seguridad jurídica;

10) La credibilidad es un factor colosal para la economía. En esta se pueden manipular estadísticas, pero hay que recordar que en economía se puede hacer cualquier cosa, menos evitar las consecuencias;

11) El superávit fiscal debe mantenerse, pero no computar los ingresos previsionales. De lo contrario sería un espejismo y hasta podríamos maliciar un futuro manotazo sobre los fondos de los jubilados si algún día llegaren las vacas flacas;

12) Hay que arreglar la deuda con el "Club de París" porque es posible hacerlo y nos despejaría el camino para créditos más accesibles destinados no a malgasto, sino a obras de infraestructura. Por caso, si aspiramos a una cosecha de 150 millones de tn., ¿con qué logística la vamos a mover?. Acá hubo desidia de décadas y carencia de planificación. Hay que dar en diez años un salto de treinta.

13) El Estado debe refuncionalizarse, capacitarse, desburocratizarse, descentralizarse. Es fenomenal la tarea de cirugía mayor que hay que realizar en sus entrañas. Esto debe hacerse con premura y con seriedad. Además, no necesitamos un empleado más, pero sí muchísimas más neuronas adentro de él;

14) En Salud pública lo perentorio no es tanto asignarle más recursos, sino racionalidad en el gasto. No se puede seguir haciendo política -y menos "caja"- con las obras sociales. La salud pública y privada debe operar en red y cubrir universalmente a todos. Cuando se quiere lealmente algo, aun lo que parece imposible, se obtiene;

15) La deseducación argentina es uno de los datos más sombríos. No figura en las estadísticas -en la que aparecemos alfabetizados-, pero se huele por doquier. Estamos desocializándonos. Hay que reeducar a la Argentina, restituyendo antes que instrucción, valores. El mérito, el trabajo y el esfuerzo volverán a su trono. Hay que empezar por reenseñar a quienes enseñan. Debemos restaurar las culturas de la ley, del trabajo y de venerar las tradiciones. Un capítulo especial: educación vial sobre la base de aprender respeto. Hacer sentir a la Patria es labor de la escuela. No olvidarlo jamás;

16) Un párrafo para el tipo de cambio. Hay que ajustarlo con suavidad, gradualidad e imperceptiblemente. Huyamos de la paridad fija. Ya sabemos cómo nos fue.

17) El combate a la inseguridad tiene una clave: el ejemplo desde arriba y sepultar a la impunidad que prohíja a toda la parentela de delitos, desde el común hasta el de "guante blanco";

18) La rehabilitación paulatina de los ferrocarriles será una obra benéfica con una decena de efectos saludables;

19) Debemos esmerarnos en encarar el futuro. Hay muchos derechos humanos para conquistar para adelante.

Quiero decir por último, que no debemos dejarnos atrapar por los dilemas maniqueos. Acá necesitamos de un gran agro y de una gran industria innovadora, tecnológica, avanzada. Además, "combatiremos al capital" del lavado, del robo, de la especulación, pero siempre será bendito el capital que se invierte, que arriesga, que emprende, que crea trabajo y mueve la actividad.

La Nación no es una lucha de clases, sino una solidaridad que nos une en la búsqueda de una finalidad compartida. En su seno hay conflictos, pero no son a sangre y fuego ni se dirimen con el odio. Discutimos, hasta muy fuerte, pero todos sabemos que navegamos en un gran barco que se llama Argentina.


*Presidente de UNIR
Unión para la Integración y el Resurgimiento
pncunir@yahoo.com.ar

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