jueves, 13 de septiembre de 2007

Robinson Crusoe y las importaciones chinas


por Alberto Medina Méndez*


Argentina no es la excepción a la regla. Muy por el contrario, es tal vez uno de los países donde mas arraigadas están las raíces de una forma de mirar e interpretar la economía.

Una hipócrita manera de razonar que hace que cuando nos conviene individualmente estemos de acuerdo con cualquier medida económica que nos impacte positivamente pero cuando esas medidas de idéntico razonamiento nos perjudican seamos los mas férreos opositores de esas ideas.

La llegada del gigante chino nos maravillo en tanto nos prometía nuevos mercados, llegada de capitales y cuanto se derivara de esa integración económica. Ni bien empezaron a sonar las alarmas de cierta competencia en productos que nos podrían impactar en la industria local, hablamos de cerrar fronteras, proteger industrias y cuidar a nuestros empresarios lobbystas. No es nada nuevo, solo una moderna versión del mas recalcitrante discurso proteccionista

El pensador francés Frederic Bastiat utiliza una conocida historia popular para graficar el modo de razona que impera desde hace tiempo. Decía Bastiat en ese escrito.

¿Recuerdas cómo hizo Robinson Crusoe para hacer un tablón sin tener sierra?
Sí, derribó un árbol y luego, cortando un tronco a derecha e izquierda con el hacha, lo redujo al espesor de una tabla.
¿Y eso le costó mucho trabajo?
Quince días completos de trabajo.
¿Y de qué vivió durante ese tiempo?
Tenía provisiones.
¿Y qué le sucedió al hacha?
Quedó desafilada.

Sí, pero quizás no sepas que cuando Robinson comenzaba el trabajo, vio que la marejada había depositado un tablón en la costa.
- ¡Feliz accidente! Supongo que habrá acudido corriendo para recogerlo... - Ese fue su primer impulso, pero se detuvo y razono para sus adentros: "Si recojo este tablón solamente me costará la molestia de llevarlo, y el tiempo necesario para bajar y subir el acantilado. Pero si hago un tablón con el hacha tendré ante todo, quince días de ocupación. Después el hacha se desafilará, lo cual me dará más ocupación para afilarla. Por último, se me agotarán las provisiones, lo cual será una tercera fuente de empleo para reponerlas. Pero como sucede que el trabajo es riqueza, es evidente que si recojo el tablón me arruinaría a mí mismo. Debo proteger mi trabajo personal, y ahora que lo pienso hasta podría aumentar ese trabajo tirando el tablón al mar."
- Pero ese razonamiento era absurdo!
- No cabe la menor duda. Sin embargo, es el razonamiento de toda nación que se protege a sí misma mediante prohibiciones. Tira al mar la tabla que le ofrecen por una pequeña cantidad de trabajo, con el fin de realizar un trabajo más grande. Hasta en el trabajo de los funcionarios de las aduanas se descubre una ganancia. Esta ganancia está representada por las molestias que se toma Robinson para devolver a las olas el regalo que le han ofrecido. Si consideras a la nación como un ser colectivo, no hallarás un ápice de diferencia entre su razonamiento y el razonamiento de Robinson.
- ¿Robinson no comprendía que podía dedicar a otra cosa el tiempo que economizaba? - ¿A qué otra cosa?
- Mientras el hombre tenga necesidades que satisfacer y tiempo a su disposición, siempre hay alguna tarea qué realizar, y no soy el indicado para especificar el tipo de trabajo que haría en un caso así.
- Comprendo claramente qué trabajo podría haberse evitado.
- Y sostengo que Robinson, con increíble ceguera, confundió el trabajo con su resultado, el fin con el medio.

La historia es muy didáctica y permite visualizar claramente la falacia sobre la que se construye la protección. La Argentina como tantos otros países del planeta, conocen bien de esto.

Un grupo de supuestos emprendedores, especialistas en recorrer pasillos públicos, siempre dispuestos a convencer a funcionarios que interesadamente acceden a establecer barreras aduaneras, incrementar aranceles, prefabricar requisitos, que impidan que una mercadería que puede llegar a manos de los consumidores locales a pocos pesos lo logre.

Estas medidas solicitadas obviamente protegen a la industria local. Cabe preguntarse quienes protegerán los bolsillos y el poder adquisitivo de los ciudadanos locales que deberán pagar un precio mas alto para lograr una mercadería que puede ser obtenida a un precio mas bajo pero que una arbitraria norma, intención mediante se lo impedirá atacando claramente las bases de su poder adquisitivo.

Los argumentos a favor del proteccionismo de la industria local están a la vista. La idea es preservar los puestos de trabajo que esa industria local, a expensas del bolsillo de los contribuyentes locales que dejaran de consumir OTRAS mercaderías para invertir esa diferencia de dinero en los bienes de la "industria protegida" pagando evidentemente mas de lo estrictamente necesario.

Quienes protegerán los puestos de trabajos y las actividades de las OTRAS industrias que dejan de vender sus productos a este contribuyente que ya gasto su poder adquisitivo en la industria protegida de ese grupo de pseudempresarios lobbystas ?.

Vaya a saber, pero seguramente no serán los mismos "protectores" que la industria original. Tal vez nadie. Los ciudadanos consumidores locales son, sin dudas, los grandes perjudicados y desprotegidos de esta historia. Los funcionarios mientras tanto habrán recibido los "beneficios" de esa norma que cuida vaya a saber a quienes, y lo que es mas grave, recibirán el aplauso popular de una sociedad que sigue pensando como Robinson Crusoe.

*amedinamendez@arnet.com.ar

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