martes, 9 de octubre de 2007

Egoísmo empresarial frenado.


Por Eduardo García Gaspar*

Durante una reunión informal de gente de negocios, en la que había personas con amplia experiencia, uno de los asistentes dijo que “en México existen muchos hombres de negocios, pero muy escasos empresarios dispuestos a tomar riesgos”. Intrigado, le pedí que ampliara sus comentarios. Era él un consultor, me imagino que con buenos años en su negocio y amplios contactos. Siguió diciendo que los negocios en México quieren jugarse a lo seguro, que la tolerancia al riesgo es mínima y que las nuevas ideas son puestas de lado. Que las personas que dentro de una organización no se unen incondicionalmente al superior son congeladas. Finalmente, que la nueva generación de egresados profesionales con maestrías en administración, suelen tener un defecto serio: piensan que todo ya lo saben. Me imagino que algo de razón debe haber en esos comentarios, a juzgar por la fuente de la que provinieron. En suma, la palabra empresario que es ampliamente usada para referirse a un segmento de personas es inapropiado, mejor serían llamados hombres de negocio, sin que eso sea peyorativo, sino nada más descriptivo. Y, según el consultor, intentan tomar ventajas de oportunidades de negocio derivadas de favores gubernamentales, o contactos en el gobierno. Las observaciones dadas tienen consecuencias, porque al final de cuentas el hombre de negocios es un simple administrador de recursos, mientras que el empresario es un tipo creativo que busca oportunidades de negocios. Lo sé, por un caso que viví. Un gran hombre de negocios fue un contador que conocí, capaz de imaginar las mejores estrategias financieras y fiscales que dieron a su compañía muy bonitos números financieros, que todos admiraban. Los que conocíamos el caso, veíamos que los fabulosos números eran accidentales, que no provenían de la razón de ser de la empresa, que era la venta de servicios. No eran acciones ilegales, sino creativas y buenas, pero no era una acción empresarial. El empresario, por principio de cuentas, es un tipo también creativo, pero de otra clase. Genera ideas que persiguen dos objetivos: ser viables económicamente y sostenerse en necesidades que se perciben como insatisfechas en el mercado. Un caso, muy famoso en sus tiempos fue el Walkman, de Sony, que permitía llevar música en un formato compacto y escucharse con gran fidelidad. El consultor me dijo que si esa idea se le hubiera llevado a un hombre de negocios en México la hubiera rechazado por riesgosa y aventurera. Tal vez hubiera sucedido lo mismo con la continuación lógica de ese aparato, el iPod. ¿Quién quiere llevar miles de canciones en el bolsillo? Esa cultura de negocios en este país, me imagino, fue algo fomentado sin quererlo por una política gubernamental mantenida por decenios: el proteccionismo que buscaba amparar a las empresas de las presiones de la competencia externa, es decir, crear niños malcriados y consentidos. Bajo una situación de proteccionismo, los éxitos empresariales no se basan tanto en las innovaciones, como en poseer el contacto correcto dentro de las oficinas del gobierno. Uno de mis alumnos captó esto recientemente con un ejemplo estupendo. El cambio de la mentalidad de las tiendas de autoservocio una vez que ellas se enfrentaron a cadenas extranjeras que implantaron acciones novedosas. Poco después de hacerlo, las cadenas nacionales también mejoraron notablemente. Quizá sea que el verdadero espíritu emprendedor se logra cuando el empresario vive en el peor de los mundos posibles: teniendo que enfrentar a compañías competidoras. Realmente es un asunto de mero sentido común. Aceptemos que las personas somos egoístas, que queremos nuestro bienestar y que los hombres de negocios no son la excepción. Ese egoísmo natural humano va a ser en buena medida controlado y frenado cuando existe competencia. Pero si usted quita a la competencia de en medio, da rienda suelta a ese egoísmo y entonces sí, las empresas intentarán dar lo menos que puedan al consumidor... pero si hay competencia tratarán de dar lo más que puedan a ese mismo consumidor. No es economía, es sentido común.

*Editor de Contrapeso.info (México).

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