jueves, 4 de octubre de 2007

Inflación.. ¡La verdad te hará libre!



por Gretel Ledo *

Si un gobernante atiende la palabra mentirosa,
todos sus servidores serán impíos.
Proverbios 29:12




Según nuestro Código Civil, los hechos humanos se reputan voluntarios cuando se reúnen las condiciones de discernimiento, intención y libertad. Inducir a engaño o error implica viciar el consentimiento del sujeto. Esta falsificación provoca el quebrantamiento de un pacto: faltar a lo prometido.

¿Qué sucede cuando la sociedad política ha modificado las reglas del juego para salir siempre invicta? ¿Podrá la sociedad civil seguir confiando?

La emisión de bonos como medida astringente es sin duda, una de las políticas más clásicas para frenar la inflación creciente. Esto trae aparejado una consecuencia doble. Por un lado es un disparador de deuda. El Estado Nacional se constituye en deudor de 140 mil millones de pesos en concepto de bonos indexados con el CER. Por otra parte se viola el derecho a la propiedad privada regulado en el Art. 17 de la Constitución Nacional a raíz de la manipulación estadística en el Índice de Precios al Consumidor (IPC). Por cada punto de inflación se reducen los intereses a pagar a los acreedores en 1.500 millones de pesos. Con una inflación de 23 puntos la avalancha de juicios que se viene contra el Estado ocasionaría un perjuicio superior a los 34 mil millones de pesos.

¿De qué tipo de defensa de los derechos humanos se habla si ni siquiera se respetan los derechos individuales?

La garantía de la propiedad privada debe ser irrestricta en un gobierno democrático. Su violación hizo que, a partir de la crisis en 2001, la sociedad consiguiera “derribar” a un gobierno al estilo toma de la Bastilla francesa. La historia nos muestra que fue el 14 de julio de 1789 el día en que se derribó al Antiguo Régimen, símbolo del despotismo de la monarquía con la consecuente iniciación de la Revolución Francesa.

“Fortaleza del secreto, y lugar sin justicia, la Bastilla fue la primera cita de la Revolución”
Arlette Farge

-“Pero ¿es una rebelión?” preguntó Luis XVI.
-“No, señor, no es una rebelión, es una revolución” respondió el duque.
Carlos Rojas Osorio


¿Estaremos viviendo en una República fingida? ¿Hasta cuándo se desmerecerá a la opinión pública? ¿Se puede gobernar “puertas adentro de la Rosada” con una visión parcial de la realidad?

Estos interrogantes despiertan en la ciudadanía una crisis de confianza profunda hacia las instituciones. Tarde o temprano las informaciones oficiales serán alcanzadas por el clamor unánime de un pueblo que se cansó del dibujo artístico en las mediciones.

La constante crítica hacia la década del ‘90 con énfasis en la flexibilización laboral no encuentra sustento hoy por hoy. La destrucción del salario real argentino llega al punto tal que, a pesar de semejante expansión económica, apenas alcanza el equivalente al pico de la década de convertibilidad.

Hoy contamos con dos grandes masas de recursos: los dólares que ingresan del mercado externo y la recaudación del Estado en materia de retenciones e Impuesto al Valor Agregado. En la medida que la oferta de dólares se amplíe, su precio tiende a la baja socavando la base de la prosperidad: el tipo de cambio alto que favorece al sector exportador en desmedro del mercado interno. El Estado a través del Banco Central compra el sobrante emitiendo pesos por encima de las necesidades de circulación. A su vez la inflación eleva la recaudación del IVA ampliando las arcas estatales. Ahora bien, ¿qué se hace con esa riqueza?

Esta política cambiaria de incentivo a la exportación genera la necesaria intervención del gobierno. Algunas de sus facetas son los subsidios discrecionales, el desabastecimiento de productos alimenticios básicos y una política de control de precios ineficiente. Sumado a ello debemos mencionar la intervención al Indec que tiende, entre otros fines, a la subestimación de los índices de pobreza e indigencia determinados respectivamente en función del costo de la Canasta Básica Total y Canasta Básica Alimentaria.

La clave aquí es qué utilización de hace del “colchón de reservas”. El panorama actual nos habla de un recurso ocioso e improductivo. Una política conservadora que busque como fin último la ostentación de superávit conlleva a la inexistencia de un modelo de país.

La ausencia de planificación a mediado y largo plazo se traduce hoy en crisis energética, imprevisibilidad, inseguridad jurídica. Todo ello necesario para generar un clima propicio de inversiones. Las relaciones exteriores que se mantengan representan sin duda “nuevas puertas” para un país. Hemos cambiado de patrón de estancia. Ayer eran los EE.UU.; hoy es Venezuela.

La inconsistencia de esta política económica desborda ya el campo de un puñado de dirigentes. Ha alcanzado al imaginario colectivo social. No basta con plasmar una realidad inflacionaria paralela para lograr su aceptación. A esta altura de los acontecimientos el desafío está en manos de la sociedad civil. Para las próximas elecciones será la protagonista. Podrá dar a este modelo político su “voto de censura” o su “voto de confianza”.

*Abogada. politologa. Asesora parlamentaria.

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