miércoles, 25 de julio de 2007

Te lo escribo, me lo escribes, lo escribimos.


Por Isaías Marín de la Fuente*


El diccionario define al destino como “la sucesión inevitable de acontecimientos provocados e incognoscibles que ocurren en un diferente lugar y tiempo, pero que una vez unidos forman una sola consecuencia en un futuro no muy lejano”. Otra definición como “encadenamiento de los sucesos como necesarios y fatales”.
¿Los hombres somos libres o nuestra voluntad es una ficción condicionada a una voluntad superior?. Si nosotros los hombres creyésemos en el destino realmente, surgirían varios inconvenientes, la creencia del destino como algo inexorable anularía el bien y el mal. Tornaría carente de sentido e insípidas las acciones de los individuos ya que todas estas estarían signadas por este dogma. La acción quedaría devaluada a la nada, a un mero acto mecánico, creer en un destino inmutable e inscripto en el gran libro equivaldría a descorazonar todas las iniciativas y obstruir todas las perseverancias. Bajo esta concepción fatalista, no tendría sentido tener leyes, ya que no se podría imputar al delincuente el delito, solo al destino que sería el gran malhechor de la historia.
Como critica de esta teoría determinista surge una que distingue el destino antropológico y el metafísico, sin embargo considero que está teoría aún guarda el misticismo de la primera. El destino antropológico alude a que las acciones son obra de la propia voluntad, de la libertad de las decisiones, sigue la lógica de que cada uno fabrica su propio destino. A su vez esta especie de destinación signada por la propia voluntad esta conjugada con el destino metafísico, este es inevitable, los hechos van a ocurrir necesariamente. Aquí nos encontramos bajo la lógica de “lo que deba ser será”. Estas ideas dieron lugar al argumento perezoso del destino.
Se advierte fácilmente que esta idea involucra el pensamiento de un poder situado mas allá de las posibilidades efectivas del hombre, de una fuerza superior que lo tiene sometido y sojuzgado porque su frágil condición humana lo torna incompetente para modificar lo ya determinado. Estas representaciones son por lo general religiosas y culminan en Dios como el primer motor.
Esta teoría guarda todavía ese determinismo con el eufemismo de “metafísico”. En lo particular creo que ambos destinos son antropológicos, uno sería antropológico interno que se remite a los hechos propios del individuo ensimismado y otro sería el exterior que es el individuo sobre el cual no controlamos su voluntad. Cuando me refiero a actos externos e internos, tomo como punto de partida un individuo y de donde parte el acto volitivo. Los actos propios tendrán influencia sobre lo externo así como lo externo sobre lo propio.
Sucedía que los hombres no podíamos unir bajo un nexo de causalidad lo que nos sucedía con un responsable y apelábamos a dios, al determinismo, brujería, predestinación y otras yerbas. Desconocemos dos cosas, el poder de la voluntad (la propia y la externa) y el poder de la causalidad. La voluntad es poder, la elección es poder, a su vez las relaciones sociales son relaciones de poder. Justamente los hombres en su afán de mantener la libertad niegan que haya voluntades con más poder que otras, y ante lo cierto invocan lo incierto.
Un ejemplo que me hizo comprender en lo micro que no existe el destino sino pura voluntad antropológica fue el día que mi novia me contó que el ex le mandó unos mensajes de texto sintiéndose mal, a lo cual me enoje y le prohibí que le responda. Pasó el tiempo y me vi contra lo “inexorable” la pelea. Después ella volvió con su ex invocando a la retórica del destino, la cual no comprendí y me motivo a teorizarlo en un articulo. En fin unos días después comprendí que no era el destino sino dos voluntades con un fin común (cagarme a mí… jajaja) mientras que mi fuerza volitiva no podía contra eso. Existía una suerte de contrato, que en algún momento me unió con ella. Desconocí la causalidad, la voluntad colectiva en este caso, y la libertad de las personas. Sencillamente era una voluntad superior en su mínima expresión.
La voluntad tiene gradaciones de poder, según el individuo, su status, religión, condiciones, etc. Sería muy amplio explayarme sobre esto, a su vez por la cantidad de individuos y miles de factores sobre los cuales nunca se podría hacer una versión acabada entre ellos la belleza por ejemplo. Los actos de las otras personas, influyen en nuestras vidas, aunque tal vez no las conozcamos, pero los humanos para tapar nuestra angustia, sabiendo que hay otros individuos con una volición con más o menos poder, le llamamos destino.
La multicausalidad, es algo complejo para seguir ya que tenemos un pensamiento binario, sobre el cual una causa produce una consecuencia, tenemos los ojos tapados por un velo. Es un fenómeno difícil de analizar en lo estático porque esta en un constante cambio, nunca nos bañamos en el mismo río diría heráclito. La suma de voluntades y de actos de los individuos mas los factores de lugar y tiempo en interrelación construyen nuestro devenir.
¿Podemos decir que existe lo inexorable?. ¿Qué estamos predestinados?.¿que las cosas suceden sin importar lo que hagamos?. No hay que desconocer el poder de la voluntad propia, pero tampoco hay que subestimar la de los otros, a su vez la multicausalidad es un factor determinante. Espero que leer este artículo que no está sirva de algo.


*Vicepresidente del Centro de Estudios de los Interses Nacionales Filial Tucumán.

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