jueves, 23 de agosto de 2007

En Busca de Seguridad


por Alberto Asseff*


para CEIN TUCUMÁN

“Echad abajo el nido
y se irán los cuervos"

Padecemos centenas de problemas. Están dichos y protestados. Más que insistir en ellos, lo que nos compete es intentar caminos que conduzcan a las soluciones. Por eso, en esta ocasión quiero reflexionar sobre la seguridad o, para verla del otro lado, la inseguridad.

Cada tema tiene uno o varios ejes. La seguridad también posee los suyos. El primero y precipuo es la impunidad.

La falta de sanción es la llave maestra del delito. Contrariamente a lo que superficialmente se sostiene, no son las malas leyes o la justicia morosa y burocrática o la policía desentrenada y desmotivada las causas esenciales de la oleada delictiva que nos azota, flagela y azora. El origen primario de la expansión del crimen común es que sólo el 2% de los delitos tienen condena. Si a esto se agrega que existen miles de actos delictivos que ni siquiera son denunciados, el panorama es aterrador. Apenas el 0,50% de los crímenes que se cometen en la Argentina determinan algún castigo para sus autores.

Otra columna de la inseguridad es la Justicia Penal, en todos sus fueros y jurisdicciones. Se llena de papeles y de actos formales, pero casi nunca llega al fondo y prácticamente sólo condena a los débiles, para decirlo elegantemente y si altisonancias. Además, es ostensiblemente sujeto y objeto de ominosas y antirrepublicanas presiones por parte del Poder Ejecutivo, sea nacional o de las provincias. Una de las maniobras para que no tengamos ni disfrutemos de Justicia consiste en dividir las causas que involucran a una misma persona y en rigor a un mismo hecho. ¿Dónde se ha visto que se fraccionen las investigaciones acerca de un mismo presunto delincuente? Pues, acá.

¿Qué falta para que se confeccione un registro informatizado de los violadores y para que el Patronato de Liberados realice un seguimiento preventivo? ¿O, acaso, es irrelevante que continúen violando?

¿Dejaremos a la Justicia como se halla o acometeremos su descentralización y especialización de modo que tengamos fiscalías por todos lados, cerca de las necesidades y desafíos que suscita el crimen?

La Policía es otro capítulo de la inseguridad. Está crecientemente desentrenada y desprofesionalizada, llena de simpáticos obesos, generalmente haciéndose la distraída, desentendida de lo que es primordial para poseer seguridad, esto es prevenir la comisión del delito, mucho antes que acudir, tarde, para perseguir al autor del ya consumado. Cierto es que el poder político, con sus desmanejos, la desmotiva y desalienta. Empero, nada justifica que la Policía haya ido perdiendo orgullo de pertenencia y esmero en preservar su otrora gran prestigio institucional.

La consolidación de un gran cuerpo policial de elite es esencial para la seguridad de los ciudadanos.

La autoridad ejecutiva contribuye a este sombrío escenario. Hasta hoy el organismo de Seguridad nacional -como los de las provincias- nos deben un mapa del delito, instrumento básico para poder combatirlo con eficacia. Hay sectores, barrios, ciudades que sufren modalidades diversas del crimen - En algunos sitios el delito es individual, del tipo arrebato. En otros es en motocicleta y de a dos. En algún lugar está organizado y embandado. Para cada uno debe existir una respuesta de la ley. Para eso hay que estudiar, pensar, planificar y actuar. Es lo que se hace con escasez.

LA IDEOLOGIA

Otro factor nocivo es la ideología que se filtra en la cuestión de la seguridad. Se consumen más energías en pedir mano dura o garantías, que en extirpar al delito. Es caricaturesco, pero en verdad patético, que los garantistas proclamen los derechos de los delincuentes, maniaten a la policía y amedrenten a los jueces, mientras el delito se propaga. Similarmente, es grotesco que algunos anacrónicos, nostalgiosos de tiempos idos para siempre, reclamen dureza, más cárceles y policías bravas.

¿Es imposible el sentido común? En la vida, ¿no puede existir la medida, el medio? Lo que necesitamos es la ley. La vigencia majestuosa y todopoderosa de la ley. Ni orden duro, ni blando. Ni autoritarismo ni caos. Autoridad, orden, dentro de la ley. Por si acaso agrego que si la ley no sirve, hay que cambiarla. Pero siempre, con y dentro de la ley.

LA POBREZA

Está plagado de delitos gravísimos cometidos por los ricos. Tanto de "guante blanco" -como los sobres, las valijas, los cohechos- como los de cuchillo o revólver en mano. El delito no es sólo hijo de la pobreza. En todo caso, la marginalidad, la injusticia, la exclusión pueden potenciar y prohijar al crimen. Entonces, si lo sabemos, ¿por qué no obramos sobre estas causas en lugar de reprimir a los efectos, sin solucionar la sustancia?

Se conoce que la carencia de educación es propensa a estimular la ilegalidad, aunque está saturado el país con actos vandálicos cometidos por estudiantes, como los de la Escuela Técnica rosarina. Consecuentemente, hay que atacar este asunto medular y apostar a educarnos y a erradicar la violencia que se ha interiorizado en miles de argentinos.

LA TELEVISION

Estoy convencido que una buena parte del delito se potencia por la difusión televisiva del crimen de cada día. Hay en los delincuentes partes inextricables de la morbosidad que los compele al crimen. Una de esas es el exhibicionismo que les brinda sensaciones de poder, de tenernos en vilo a todos. El criminal, cuando ve el terror que causa. se regocija y se siente alguien. La televisión ayuda a desplegar el crimen al ponerlo como noticia principal del día. Digo, ¿no podríamos experimentar por un año noticieros sin crímenes, aunque sucedan?. Quizás configure una medida que nos devuelva la ansiada seguridad. No por ocultar lo que acaece, sino por no nutrirlo.

Si la televisión no concurre a mostrarnos paradigmas, modelos de referencia plausibles, nuestro pueblo, especialmente los más jóvenes, sólo podrán reflejarse en el espejo del chiquero -con perdón a los buenos de los cerdos- que es nuestro amado país dominado por las coimas, la politiquería clientelista, la violencia y conflictividad social, la deseducación y el crimen que cual maremoto nos aterroriza.

LA DROGA

Es imposible no mencionar a la droga cuando se habla de inseguridad. El 80% de los criminales atropella nuestros derechos a vivir y a gozar de la propiedad obtenida por nuestro trabajo -que, así, es bendecida por Dios y por la ley- impulsado por la droga que lo desinhibe y torna violento y peligroso. Y antisocial. ¿No habrá llegado la hora para que se acote a la droga, se recuperen a los adictos, se enseñe a vivir sanamente?

Mientras creamos que es posible una Argentina más vivible y moralmente sana, nada está perdido y mucho está por hacer.

*Presidente de UNIR
Unión para la Integración y el Resurgimiento
pncunir@yahoo.com.ar

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