miércoles, 1 de agosto de 2007

La historia que avanza y la politica que retrasa.


Las coincidencias en las propuestas del oficialismo y de la oposición representan un diagnóstico angustiante de la realidad en que se encuentra anclada la provincia.
Por Alvaro José Aurane*

La modernidad propuso el desarrollo de la economía, de la sociedad y de la política. En Tucumán, suena a irrealidad.
La educación, todos están de acuerdo, es indispensable. Por ello, hay un consenso unánime respecto de que hay que invertir en ella. Y construir más y mejores establecimientos. En salud pública, hay que apostar a la prevención. En especial, hay que dar atención y contención a las zonas periféricas de las grandes urbes. Y hay que crear modernos hospitales en el interior. Además de esta infraestructura, la obra pública tiene prioridades claras: también hay que apostar a la red vial. Y por el ferrocarril. Las ciudades deben ser repensadas y reordenadas, porque el crecimiento de algunas -en especial, la capital- ha sido tan excepcional como caótico. Aquí recae el otro acento de la obra pública: canales y desagües; túneles y puentes. A la par están las políticas que, si bien pueden considerarse menos tangibles que los trabajos públicos, no son menos importantes. Hay que garantizar la seguridad de los bienes de las personas. Y hay que alentar la inversión. Fundamentalmente, debe fomentarse la instalación de más industrias, en número y diversidad. En este marco, la política fiscal siempre es materia de discusión, aunque hay impuestos distorsivos que ni el propio Gobierno puede negar como tales. Y no deja de preocupar la depreciación de la moneda, aunque esa es una variable que Tucumán no controla. Complementariamente, hay que buscar nuevos mercados, comenzando por los países vecinos, con los que las relaciones, en la mayoría de los casos, se han distendido. Aunque siempre hay problemas binacionales que deben someterse a arbitrajes internacionales.Finalmente, en lo social, las materias pendientes son acuciantes y demandan acciones políticas urgentes. Los niveles de pobreza, marginalidad, analfabetismo, desocupación y mortalidad infantil son muy altos. De modo que crear nuevas fuentes de trabajo y brindar vivienda digna complementa las políticas de educación y de salud. Y dan forma a políticas de seguridad social que también deben dignificar a quienes viven la tercera edad.Todos estos lineamientos están contenidos en las propuestas de las fuerzas políticas que competirán en los comicios del 26 de agosto, cuya campaña electoral comenzó, oficialmente, el viernes pasado. Y es en esas propuestas donde radica una de las situaciones más reveladoras y angustiantes de la situación de la provincia porque, perfectamente, podrían haber sido los proyectos de una campaña electoral de 1907. O de 1897. O de 1887. De hecho, en la ya amarillenta “Historia de la República Argentina” (1964, Editorial Sopena Argentina), de Vicente Fidel López, puede encontrarse en el capítulo XIII de su tomo VI (“Del general Julio A. Roca al doctor Roque Sáenz Peña”) que esas propuestas para el futuro próximo de la provincia eran parte de los programas de gobierno de los lejanos tiempos de “La organización nacional”.Otro hecho ayuda a terminar de dimensionar el default con el progreso. “Agua para el este, caminos para el oeste y escuelas en todas partes”, calza como un eslogan acertadamente resumido para el proselitismo vernáculo. Diseñado para atacar el flagelo del hidroarcenicismo del este, al que están condenados miles de comprovincianos que beben agua del pozo de sus casas; en concretar la mentada ruta 38, por el oeste; y en fortalecer la educación pública en toda la provincia. Lo alarmante es que con ese discurso ganó la gobernación de Córdoba don Amadeo Sabatini, en la infame década de 1930.Para completar el paisaje arcaico, las denuncias sobre presuntos fraudes supuestamente ya orquestados desde el Gobierno parece anclar a la provincia en los tiempos del orden conservador.Tucumán atrasa. O, si se quiere, jamás adelantó. No se trata de que el discurso político del oficialismo o de la oposición sea retrógrado, sino de que ambas versiones denuncian, en sus coincidencias, su doloroso estancamiento. Con independencia de las diferencias en la metodología que proponen unos y otros para aplicar políticas estatales (contrastes que hacen a la identidad de cada sector), las plataformas electorales expuestas (hasta ahora, por medio de propagandas) constituyen un diagnóstico desolador: todavía hay que construir una provincia que se acerque a la modernidad.Tanto es así que en el subtrópico, hoy, las ideas de la modernidad suenan irreales. Consistían -a riesgo de excesiva síntesis- en promover el desarrollo de la economía, de la sociedad y de la política. Las dos primeras premisas llegaron a cumplirse allá lejos y por poco tiempo. Pero, desde hace años, la economía no logra (y, por lo visto, no tiene pensado hacerlo) resolver el drama de la exclusión de miles de tucumanos. Tan tucumanos como sus vecinos que tienen todo lo que a ellos les falta. Allí mismo es donde la sociedad muestra su más inocultable fracaso: para que una sociedad sea tal, debe contar con bienes (educación, salud, seguridad, vivienda, empleo y demás postulados del artículo 14 bis de la Constitución nacional) de los que puedan disfrutar todos sus miembros. Con bienes, justamente, que los asocien.Como corolario, el desarrollo de la política nunca fue tal. Si la realidad provincial no alcanza para probarlo, tal vez sirva observar los objetivos que oficialistas y opositores tienen respecto del poder. El oficialismo quiere el poder para borrar a la oposición de la faz de las instituciones. Y la oposición quiere el poder para meter presos a los que hoy encarnan el oficialismo. La figurita es repetida. Tal vez por ello, las propuestas también parecen repetirse desde el siglo XIX.El resultado no es feliz. Para el caso, si operara el milagro del entendimiento cabal entre las partes y todas las iniciativas prometidas pudieran cumplirse -llevadas adelante fuere por quien fuere-, Tucumán quedaría en óptimas condiciones para enfrentar los desafíos del siglo XX… justo cuando el tercer milenio celebrase su primera década. “La política es el arte de lo imposible”, repiten incesantemente varios miles de dirigentes. En Tucumán -qué trágico-, hicieron de la política, hasta aquí, el arte de que todo un pueblo no pueda.


Redaccón la Gaceta de Tucumán.

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